miércoles, 4 de noviembre de 2009

Rouge (Parte I)

Cuando una mujer traiciona a su esposo o un hombre traiciona a su mujer, todos piensan de inmediato que eso es adulterio, infidelidad, una cosa espantosa y realmente atroz que merece lo peor del mundo.
Estemos del lado del infiel o de la víctima no creo que vayamos a estar de acuerdo en continuar una relación cuando hay alguien esperando en el hostal a mitad de la cuadra.
Hoy ha sido uno de esos días donde me he encontrado metida en problemas que no tienen nada que ver conmigo. Me he puesto a pensar en lo que es de verdad el adulterio, la infidelidad y el hecho de querer a dos personas a la vez y estar feliz dentro de ti con eso.
Yo pensaba hace muchos años que algo así era indeciso, infantil e inmaduro. Crecida y de 15 años, es uno de esos problemas que siempre está presente.
Planteando el problema primero está el Sujeto 1 y luego el Sujeto 2.
El Sujeto 1 lo conocí hace mucho tiempo. Tenía una imagen totalmente distorsionada y honestamente muy inversa de lo que era, solo porque no lo conocía aunque me llamaba mucho la atención. De un día a otro comenzamos a hablar y establecimos un record (que dudo que algún día aparezca en el Guiness) de comunicación cibernética.
Era todo lo que buscaba. Era mi imagen perfecta de lo que era el Príncipe Eric y todos esos tipos de Disney que se casaban con las sonrientes y heroicas princesas. Si algún día soñé con algo así, fue una imagen exacta de él. Era amigable, sincero, muy inteligente y simpático conmigo. El amigo perfecto, el hermano protector, el novio ideal y el padre juguetón. Causó muchos malos momentos (la verdad YO los causé, culpa de una imaginación rebelde) pero nunca deseó nada malo ni tuvo la intención de hacerme llorar.
Todos aquellos personajes metidos en un solo hombre que llegué a amar con profunda devoción.

El Sujeto 2 lo conocí hace muy poco. La verdad es que hasta ese momento yo no tenía la menor idea que algo así pudiese ocurrir. A las horas, quizás minutos de establecer contacto visual, sentí una bala que me atravesó completamente, dejándome residuos de romántica pólvora carcomiéndome los sesos. Era galante, se le veia serio y al mismo tiempo divertido. En un silencio que hasta ahora no puedo decifrar, guardaba todas las llaves de la seducción minuciosa y me cautivó de una manera extremadamente fugaz y violenta.
Pasé los días que siguieron con las imágenes dando vueltas en mi cabeza, el nombre en todos lados y comentando mentalmente todos mis planes para el futuro.
A pesar de lo poco o nada que se pudo hablar, todo lo que ahora ronda por aquí se siente como si hubieran sido años de apasionante romance.

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