sábado, 7 de noviembre de 2009

Alexander Allen (Parte I)

Después de más de diez años, decidimos reencontrarnos en el elegante salón del hotel Golden Pass donde nos esperaba una larga mesa decorada con un mantel resplandecientemente blanco y flores doradas de plástico. Había sido un momento muy emotivo cuando todos nos vimos en la recepción y nos abrazamos, sin estar seguros que de verdad estaba ocurriendo.
No nos veíamos las caras desde que teníamos dieciséis años y eso era mucho. Aun podíamos recordar ese tiempo de uniformes, mochilas llenas y amaneceres en la mesa del comedor, terminando ecuaciones que nos olvidamos años después.
Ahí estaba María, luciendo siempre tan sonriente y colorida, luego llegó el gordo Pelusso del brazo de Ángela que se volvió su esposa poco tiempo después de terminar la secundaria. Después saludé a Lucas, Alondra y Cristine, que me abrazaron con el mismo calor de siempre.
Nos sirvieron copas de champaña para celebrar nuestro reencuentro después de muchos años de estar sin ninguna clase de conexión, después llegaron unos suaves y calientes bocadillos de pan que Alondra cogió inmediatamente. Pelusso comenzó a contarnos que planeaban tener un hijo para fines de Diciembre, Cristine nos mostraba fotografías de sus viajes a la India y Pakistán. Todos no parábamos de parlotear y beber champaña moderadamente hasta que María dejó de hablar y su mirada se ensombreció.

-Yo no se ustedes...- dijo en voz baja -Pero yo quisiera que Alex estuviera aquí.

Y entonces dejamos nuestras copas encima de la mesa, al lado de las flores doradas. Alondra me dedicó una mirada llena de pesar, Pelusso cogió la mano de Ángela que trató de ahogar un pequeño gemido. Miré a Lucas que sonrió con amargura y dio un sorbo más a su champaña.
Miré al blanco del mantel y ni siquiera concentrarme en los pequeños bordados me ayudó a olvidarme de lo que María acababa de decir.
Lo comprendía... todos queríamos que Alex estuviera con nosotros en ese momento.
Estaría bromeando, con su cabello rubio y ensortijado flotando como nubes mientras se reía escandalosamente. Aunque estuviera viejo, seguiría con su actitud de chiquillo de secundaria que de seguro nunca perdería.
En la mitad del silencio todos recordamos a Alexander y disimuladamente... hacíamos un esfuerzo para no llorar.

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