miércoles, 14 de octubre de 2009

¿Quieres un abrazo?

Escasas son la clase de personas que se preocupan mucho por el amigo, que sienten una preocupación que de alguna manera, logre afectar las cosas que ocurran después.
Probablemente sí... debería de dejar de pensar en lo que ocurrió esta tarde en el colegio, debería de meterme en otras cosas más importantes pero no puedo.

Hoy vi a un amigo muy querido llorando como nunca pensé verlo llorar. Y aunque tenía una idea muy clara de porqué, no pude evitar acercarme, pese a que quizás reaccionara con un "Déjame solo". Pero al final lo hice.
Una de las cosas que concluí es que solemos sonreír en los momentos menos adecuados. Quizás para convencer a los demás que estamos bien, o tal vez para convencernos a nosotros mismos que no somos todo un naufragio humano.
Él sonrió, mientras otras personas y yo acudíamos a ver qué podíamos hacer para que dejara de llorar, pero terminó marchándose con una de ellas y me quedé el resto de la tarde con la incertidumbre de qué podía pasar después.

El sentir angustia por ver a alguien que aprecias sufrir y que el problema no tenga nada que ver contigo, es una cualidad muy especial que la gente de este siglo y de éste país, está comenzando a perder.
Se puede admitir que a comparación de otros lugares de este frío mundo, nuestra tierra está llena de amabilidad. Pero observémonos a nosotros mismos y nos daremos cuenta que poco a poco comenzamos a perder esa generosidad y nos hacemos parte de la enorme masa de países con gente que poco ríe, poco llora y mucho ignora.
Observas el problema de alguien, das un consejo pasajero (al paso... podría decirse) y pasas el resto del día pensando en cualquier otra cosa, ya olvidándote de la persona con quien acabas de hablar. No te preguntas si está mejor, si está llorando o riendo, si sigue tu consejo o te mandó al demonio.
Si tan solo por un tiempo, las personas guardaran su egoísmo en una caja y la lanzaran al mar junto con una bolsa de cemento, quizás dejaríamos de quejarnos y criticar todas las mañanas mientras vemos el noticiario.
En un país que siempre ha estado llena de gente amigable, la idea que todo se vuelva irrespeto y frialdad es terrorífica.
[...] Para terminar solo digo que espero que mi amigo esté mejor. Ojalá haya dejado de llorar y sus problemas se solucionen. Mañana por la mañana le preguntaré cómo se encuentra.
Y que me ayudó mucho a llegar a una interesante conclusión.

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