jueves, 22 de octubre de 2009

Marcas

Lo único que necesitaba era unos minutos. Eso era todo. No quería un consultorio, no quería antidepresivos ni calmantes ni tampoco una persona con quien hablar.
Solo necesitaba una razón sin sentido por la cual poder soltar una sola lágrima. Eso sería suficiente para que todo fluyera como un torrente durante lo que restaba de la noche.
Una canción, una película de los Cincuentas o el episodio más triste de mi serie favorita. Cualquier cosa era válida, pero de verdad necesitaba ese desahogo.
Efectivamente.
Lloré.
Y no fue por una razón, fue por varias. Penas que había deshechado durante todos estos meses pero seguían en la papelera de reciclaje. Ahora que finalmente creo haberlas eliminado ¿Las cosas acaso mejorarán? ¿Cual es el siguiente paso?
Quizás mañana hacer feliz a una amiga porque es su cumpleaños.
Dejar de comprar galletas porque me dará un paro cualquiera de estos días por todo lo que como.
Sonreírle a un profesor que tampoco me sonríe pero quiere sonreírme porque quiero sonreírle. (Vaya... un juego de palabras).
Tratar de no destruir las cosas por primera vez en mi vida.
De verdad no quiero sonar tan gris...
El tiempo hace que una herida deje de sangrar.
Pero no borra la cicatriz.

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