Esa tarde de verano supe que éramos el uno para el otro. Y honestamente no me equivoqué. Días después de conocernos nos volvimos mejores amigos, hasta el día de hoy, donde siempre está ahí para mi.
Cuando la vida se ve como bajo el efecto del LSD, Vlad me ayuda a reír más.
Cuando el día llueve y me siento como si Mozart me hubiera golpeado con su Requiem mil veces, Vlad está aquí quitándome la pistola de la mano.
Cuando me refugio en mantas, té y galletas porque necesito apoyo, Vlad está aquí obsequiándome Kleenex.
Cuando saco la casa por la ventana por mi cuenta, Vlad está aquí cuidando que no me tropiece.
Y lo abrazo, porque a mi parecer ya parte de mi vida.
[Las cuerdas no devuelven el abrazo] Vlad no me puede abrazar ni me puede responder a las cosas que le cuento. No puede estirar sus brazos y darme una palmada en la espalda para apoyarme, no puede acompañarme a la escuela porque es frágil.
Un violín es mucho más que un instrumento, amigos míos. Es mucho más que un instrumento de manera que se toca con un arco y tiene 4 cuerdas.
Un violín se vuelve parte de tu alma cuando sabes hablar con él. Cuando le otorgas tu confianza y dedicación se transforma en el mejor amigo que puedas tener, capaz de comprender tus emociones por más que cambies bruscamente y sin aviso alguno.
Un violín puede ser un amigo.
Un hermano.
Un apoyo.
Un refugio.
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