domingo, 21 de febrero de 2010

Los Ángeles No Aman Demonios

Si yo rompo, tu arreglas. Si yo golpeo, tu haces cosquillas. Cuando yo apago, tu prendes. Cuando yo hiero, tu cicatrizas. Cuando yo cierro, tu abres. Cuando yo cuelgo, tu contestas. Cuando yo maldigo, tu bendices. Cuando yo hago bulla, tu haces música. Cuando yo me largo, tu te quedas. Si yo tengo sexo, tu haces el amor. Si yo soy frío, tu eres tibia. Si yo me embriago, tu sientes la esencia del licor. Si yo dejo todo al abandono, tu continúas.
Los ángeles no aman demonios.
Y es algo que nunca lograste entender.
Quizás es por eso que me sentía culpable cuando hablaba contigo, cuando estaba a tu lado, cuando me apoyaba en tu hombro y en tus brazos para poder oler un poco de esa fragancia angelical, para poder recordarla por una semana más... y así sobrevivir.
Y cuando no estabas ahí era igual a la muerte. Yo que he sido siempre una persona tan falta de energía, de vida y de bondad, sentía que por fin había llegado la hora de vivir el averno de donde vengo... y era una tortura, doloroso. Yo te extrañaba, esa sensación de vacío, de estar suspendido en el aire y todo lo demás... Extrañarte, es igual a morir.
Pero tú...
Tú eras demasiado especial, demasiado cruel contigo misma. Sabiendo de lo nocivo de mi presencia, lo tóxico que era para ti tu continuabas a mi lado, dándome esperanza, palabras de aliento y cosas que según tu podían funcionar. La pequeña sonrisa y los ojos llenos de vida, siempre presentes en las interminables noches donde me observabas llorar y renegar amargamente de todo lo que me rodeaba, de empapar tu hombro con mis lágrimas que te quemaban, de apretar de forma feroz tus débiles brazos hasta que te dolía, te marcaba, más nunca me dijiste que parase.
Nunca pronunciaste ese "Detente, si me quieres, si sientes algo por mí por favor ya basta". Ni siquiera esas veces donde te abrazaba hasta casi asfixiarte porque no me quería separar de tu lado, cuando hería tus blancas muñecas cuando mi deseo era incontrolable y luego, con la mirada baja... pedirte perdón y odiar el momento en que aceptabas las disculpas.
¿Nunca te cansaste de mí?
¿Nunca quisiste irte y olvidarte del dolor que te causaba?
Todo fue igual hasta que mi maldad te mató. Enfermaste, nadie sabía qué tenías ni cómo se curaba pero te estabas muriendo frente mío, no sabía como cuidarte, no sabía qué lo adecuado y lo incorrecto pero me quedé a tu lado.
Hasta que te fuiste.
Y se que yo tuve la culpa, porque mi maldad era nociva, tóxica para ella y a pesar de todo nunca me alejé y ella nunca se fue.
Esto nunca debió de pasar...
Y ahora yo perezco en las sombras.


1 comentario:

  1. que bonito >_< me ha gustado mucho.

    que bonito que se quedara hasta el final aunque que la matara...no se yo :S pero me gusta ^^

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