sábado, 16 de enero de 2010

Miraflores

Había recibido señales de vida. Las señales que necesitaba. Las luces amarillas ya no me queman los ojos como cuando era chiquita, los adoquines del suelo se ven perfectos bajo éstas y el Parque Kennedy solo me da ideas que quizás debería de dejar.
Pero soy feliz porque me he quedado sin vacío interior.
Podría ir a Manolo's y comprarme unos churros rellenos de manjar blanco, imaginar que puedo comprarte algunos, quizás un café, quizás solo quedarnos viendo la vitrina porque no tenemos para pagarnos un lonche en ese momento.
Entonces ¿Podemos ir a Crisol un momento? Ya se que tampoco tenemos dinero para comprar algo ahí y además las novelas buenas son escasas, pero quiero entrar de sapa y después nos vamos. Ya hace frío... pero no, no me prestes tu casaca luego te resfrías.

A tres cuadras había otra tienda de libros y nos metimos sin pensarlo. A los minutos saliste pero yo me quedé... al fondo, en el estante que nadie visita había un libro que parecía que podía llamarte la atención.
Entonces fue cuando lo robé y días después te lo regalé en un papel azul con gris que siempre me hace sonreír sin razón aparente. Es solo papel de regalo. Es solo... un regalo que robé para ti.
Cayó el 15 de Febrero y me diste un regalo también. Fue un momento extraño... no solemos regalarnos cosas... por lo menos no ahora.
Y era un anillo muy bonito, me gustaba bastante. Te di las gracias, un beso en la mejilla y después solo fue un "Buenas noches, hablamos mañana".
En la tarde del día siguiente terminé de almorzar y la policía llegó a mi puerta diciendo que habían descubierto que yo había robado un libro hacía ya tiempo.
Me llevaron a la comisaría y me metí en problemas.
Decidí llamarte... fue lo primero que se me ocurrió.
No contestabas.
A la mitad del silencio de la sala de interrogación decidí gritar tu nombre y me respondiste. Pensé que alucinaba pero si me respondiste. Me pegué al frío muro de ladrillo mientras seguía llamándote y descubrí que estabas en la sala del lado.
Vino un policía y le pregunté qué había hecho el chico de la sala de al lado.
-Se robó un anillo- me respondió algo fastidiado -Solo un anillo.
Se quedó perplejo cuando me vio llorar de repente.
Y entre mis pequeñas lágrimas me olvidé de donde estaba y de lo que había hecho.
Había recibido señales de vida.
Las señales que necesitaba.

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