Si hay algo, si hay un miedo que todos podemos compartir o por lo menos un gran porcentaje del mundo, estoy completamente segura que es ese miedo a crecer. Me pongo a buscar si existe una fobia a envejecer, pero no encuentro absolutamente nada que me resulte de ayuda. Es decir que no es una patología, por lo que se.
Todo comenzó por conversaciones con un buen amigo sobre ésto de crecer, el eterno diálogo sobre la vida, el tiempo que se va volando, aprovechar las cosas cuando las tenemos a nuestro alcance para luego no arrepentirnos.
Ésta no va a ser una entrada larga, no va a ser una moraleja ni algo parecido a un párrafo de un libro de auto-ayuda o esos que hablan de la adolescencia que son para los padres pero al final nunca facilitan las cosas.
No tengo miedo a crecer.
Tengo miedo a pensar en el futuro.
Porque será como cuando estaba en primaria y hablaba con mis amiguitas de 8 años sobre salir solas de casa, sobre ser grande, si los cursos serían muy difíciles o si seguiríamos siendo las mismas personas.
La imagen nítida en mi mente me hace sentir que parece haber sido ayer.
Eso me llega de nostalgia.
El miedo mío se encuentra en hablar sobre el futuro y entonces encontrarme grande, con el colegio terminado, con toda una vida por delante y la imagen nítida de nuevo.
Y entonces mi buen amigo comienza a hablar de sus anécdotas. Tiene más años de vida que yo, disfruto infinitamente leer sus memorias, sus palabras de apoyo que me reconfortan demasiado y pensar que si algún día soñé con un hermano ideal, pudo haber sido una descripción de él.
Siempre hay personas que nos apoyan demasiado.
Comprobado.
No le tengo miedo a crecer.
Le tengo miedo a la sobredosis de nostalgia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario